El camino de Santa Teresa hacia el Carmelo con la ayuda de la familia Cepeda.

 

 

Lorenzo de Cepeda estuvo muy presente en los últimos años de la vida de Santa Teresa de Jesús. El sepulcro de Lorenzo de Cepeda se encuentra en una pared de la capilla fundada por el mismo en la iglesia del Convento de San José en Ávila.


CRECIENDO EN UN ENTORNO CEPEDA 

Es incuestionable que la pequeña Teresa creció en un entorno Cepeda durante sus primeros años y que este resultó decisivo para su primera educación, ya que don Alonso Sánchez de Cepeda siempre tuvo en mente la formación cultural de sus hijos, pues tal y como dejó escrito Teresa de Jesús: “Era mi padre aficionado a leer buenos libros, y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos estos”. Ciertamente, no se encontraban aquí los libros de caballería que Teresa comenzó a leer con doña Beatriz, su madre. 

Pero pasados aquellos primeros años de vida, cuando Teresa tenía doce años, poco menos, murió su madre y con ello la idiosincrasia Cepeda se intensificó hasta penetrar en los más recónditos rincones de su ser, hasta la identificación plena. Aunque esta influencia no se transmitía solo por la protección paternal o fraternal, sino también por sus amistades cotidianas, ya que las de sus primos eran las más cercanas y frecuentes. En efecto, sobre aquellos primos hermanos escribió Teresa en el segundo capítulo del libro Vida: “Eran casi de mi edad, poco mayores que yo. Andábamos siempre juntos”. 

Así pues, desde su más tierna infancia y ya de forma total desde su época de preadolescente, la pequeña Teresa vivió, creció y se educó en un ambiente caracterizado por la idiosincrasia Cepeda. Y además, fue su padre quien la acercó al entorno religioso por primera vez al conducirla hacia Santa María de Gracia, aunque por aquel entonces Teresa Sánchez de Cepeda era enemiguísima de ser monja.

Con el paso de los años la adolescente y más tarde joven Teresa, siguió teniendo a los Cepeda como punto de apoyo y referencia, y ciertamente siempre encontró consejo y protección en los miembros de la familia Cepeda, tal y como sucedió durante sus prolongadas convalecencias por enfermedad. El respaldo de los Cepeda fue entonces fundamental ya que además de ofrecerle estabilidad para recobrar la salud, le permitió reflexionar sobre su situación personal y tomar algunas decisiones que con el paso del tiempo se revelaron acertadas. En verdad, sin este componente familiar, es casi seguro que Teresa Sánchez de Cepeda nunca habría llegado a convertirse en Santa Teresa de Jesús

 

EL TEMOR AL MATRIMONIO

No es necesario atravesar largos intervalos de tiempo desde su entrada en Santa María de Gracia para comprobar lo indicado en el párrafo precedente. Así es, porque con la estancia en el monasterio agustino de Nuestra Señora de Gracia, en los extramuros de la ciudad de Ávila, Teresa había empezado a conocer un tipo de vida regida por el ambiente religioso en el que también era posible meditar y encontrar rincones de paz. Al entrar era enemiguísima de ser monja, pero al salir, ya no. Pensaba por entonces en su futuro y ella misma reconoce en su Libro de la vida que también temía el casarse.

 

EN CASA DE SU TÍO PEDRO DE CEPEDA 

Sin embargo, comenzó a padecer una gran enfermedad —así lo escribe ella— y hubo de regresar a la casa paterna. Cuando hubo mejorado un poco la llevaron a Castellanos de la Cañada con su hermana María de Cepeda, pero estaba en el camino la casa de su tío Pedro de Cepeda, que ya viudo, se había acercado mucho más a la religión. Teresa quedó con él varios días y tras algunas lecturas y conversaciones sobre Dios, empezó a comprender que ser monja era el mejor y más seguro estado.

 

LA MARCHA HACIA LA ENCARNACIÓN Y EL PAGO DE DON ALONSO 

Pasado algún tiempo la joven Teresa se decidió. Dejó el hogar paterno y acudió al monasterio de la Encarnación donde se encontraba su buena amiga Juana Juárez, acaso, una antigua sirvienta de la casa de don Alonso. El ingreso tuvo lugar el 2 de noviembre de 1535, la toma de hábito al año siguiente y la profesión, el día 3 de noviembre de 1537. Teresa inició entonces su vida religiosa dando con ello comienzo a un largo caminar a través de enfermedades, vivencias religiosas, escritos y fundaciones, que han quedado para la posteridad.

Por lo tanto, la familia Cepeda resultó decisiva para que Teresa tomara el camino religioso, ya que gracias a los cuidados de sus familiares durante aquella enfermedad pudo recuperarse y reflexionar acerca de su situación personal antes de tomar la decisión definitiva. Más concretamente, fue con su tío Pedro de Cepeda con quién comprendió que ser monja era el mejor y más seguro estado. Y en fin, hasta la elección del convento de la Encarnación vino alentada por la presencia de una amiga con la que pudo haber forjado su amistad en casa de don Alonso, quién, nunca deberá olvidarse, pagó todo lo exigido para que su hija Teresa pudiera ser monja y dedicarse a la vida religiosa.

 
 

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